Una de piratas y discográficas

Señor X baja música de Internet. Todos le conocemos hace mucho tiempo, y sinceramente, no parece un delincuente ni un pirata de esos que tan bien se retratan en las colillas de los DVDS. Sí, los protagonistas de esas tandas que no se pueden adelantar, ni pulsando mil veces el fast forward de la reproductora.

Efectivamente este señor gana poco más de mil mensuales, y sin llegar a ser un melómano, gusta de llegar a su casa el viernes con 2 o 3 discos succionados mediante alguno de los programas que, a juicio de las multinacionales, diseñó el demonio en persona. Más allá de las tristes campaña publicitarias de los sellos, este buen vecino que no debe ningún impuesto, abre el diario un día y se entera que se vienen las multas. El lector pensará que no vivimos en un país pionero en capacidad de respuesta ante el delito, y menos de tal grado de sofisticación, pero Argentina será el orgulloso primer estado en sancionar a los que no quieran o no puedan pagar más de un dólar por canción.

Una gran comunidad

El caso de este cordobés es uno entre decenas de millones de usuarios de programas de intercambio de archivos. Inclusive muchos músicos independientes creen que los ingresos de este siglo provendrán de las giras y no de la venta de discos.

Más flexibles, en la feria de música Popkomm realizada en Berlín hace pocas semanas, numerosos sellos discográficos de estéticas o perfiles acotados, consideraron la internet como un escaparte en términos de difusión. Aunque partidarios de cobrar pequeños montos por las descargas, corroboran el aumento exponencial del consumo musical, que “ya se puede percibir en la vida cotidiana”.

Cabe preguntarnos: ¿Con los discos “bajados” de la web hemos impedido que Michael Jackson compre regularmente nuevas sábanas de seda? ¿Hemos perjudicado a los Rolling Stones hasta el punto de obligarlos a viajar en el E4? ¿O sencillamente los gerentes de dos o tres gigacompañías no podrán cambiar el yate este año? En esta segunda mitad de década, los independientes y asociativos que gustosos navegan el mar de la red desde hace mucho, ya están trabajando en netlabels (sellos que funcionan desde la web como soporte).

En defensa del Señor X y sus discos mal habidos también se puede decir que este año, los partidarios de la libre circulación de ideas se reunieron en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y bajo el titulo de copyfight discutieron varios días la peligrosidad del paraguas de los derechos de autor, donde se refugian más contadores que artistas. Contadores y empresas que han sido juzgados y condenados con sentencias millonarias por inflar precios de los discos en EEUU.

Castigar a señor X, o reclamarle 15 dólares norteamericanos por un disco es un gesto obsceno de las compañías discográficas. Y en gran parte debido a que son monstruos saúricos que sistemáticamente taponaron las posibilidades de crecimiento de los creadores que no entraban en planillas de cálculo e intentan retener contenidos que hoy, fluyen a borbotones.

Aunque no se conoce una respuesta justa, se puede empezar con los conceptos de la Declaración de Independencia del Ciberespacio, de Barlow.

“Googleeló” que todavía es gratis.-

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