En que gastamos cuando gastamos en cultura

(Publicado por La Voz del Interior. 2005)

Naciones Unidas da a conocer su informe del desarrollo humano, correspondiente al año 2003, y la Argentina posa orgullosa en el concierto de las naciones, como el país con mejores indicadores de América Latina. Esta panorámica global de NU, al igual que la foto de egresados en Bariloche que cuelga de alguna pared, nos recuerda cuanto crecimos y quienes eran, o son, nuestros compañeros de banco. (Note el lector la sutileza: banco escolar /banco de acreencias internacionales)

En términos culturales, las búsqueda de indicadores y variables es más compleja, de hecho, es difícil contar con recursos para generar estas investigaciones. Sin embargo un magnífico informe de indicadores culturales, correspondiente al 2003, lleva la firma de UNTREF, Universidad Nacional de Tres de Febrero, Buenos Aires. Institución pionera en la formación para la gestión cultural, presencial y virtual, que –aunque Ud. no lo crea- es publica.

El informe, en sintónica con trabajos parciales publicados por observatorios culturales, refleja la trascendencia de la actividad cultural conjuntamente con su innegable (no por ello menos polémico) carácter productivo.

Un primer dato relevante señala que las industrias culturales en su conjunto, con u monto de 7.363 millones de pesos, son más importantes que la industria automotriz, que ostenta 5.000 millones anuales. Con esa perspectiva, este conjunto de actividades económicas representaba, en el momento de la muestra, el 2,8 del PBI. Hoy en día ha superado la barrera del 3 %.

Estas cifras ofrecen una realidad auspiciosa, pero a la vez edulcorada. Las industrias culturales son una gran bolsa que se desinfla en un 33% si quitamos lo que corresponde a la inversión publicitaria en medios: casi 2.700 millones de pesos son propaganda. (Con este dato, no le parecen largos los cortes comerciales).

A los efectos de tomar dimensión de la importancia de la cifra, hay que tener en cuenta que en la Argentina se venden medios gráficos por 818 millones, libros por 650, entradas de cine por 154 y de teatro por 70 millones. Parecen números deprimentes si se los compara con el negocio de la televisión por cable, que junto con la satelital mueven más de 2.000 millones. No es un error, ya que según este informe, la televisión por cable es, después de la actividad publicitaria el mayor negocio de la bolsa cultural.

El ranking de los consumos argentinos

El estudio de la Tres de Febrero no sólo ha tomado en cuenta las declaraciones de quienes comercializan bienes culturales, sino que para su realización se ha cruzado todo tipo de datos. Cruzado o no, la actividad más modesta en su volumen es el mercado del arte. En un año se concretan operaciones por 13.2 millones de pesos, lo que supondría su desaparición visual en cualquier tipo de gráfico que le solicitemos al programa Excel.

Uno de los negocios más voluminosos es la venta de prensa gráfica, diarios y revistas. Con un 70% para los primeros y 30% en el ítem de las segundas.

Los libros, representan la tercer gran tajada de la torta de la economía cultural. Triplican el negocio del alquiler de videos y contemplaban, al momento de la crisis, un gasto anual por habitante de $18. Las rentas de videos, suponían en el 2002 actividad para 2.550 videoclubes, y el gasto promedio del país se situaba en $5.9. El cine llena sus salas con más de 30 millones de espectadores al año. Se cuenta un promedio de inversión individual de $4,28. El volumen de la actividad teatral es menor a la mitad de la cinematográfica y supone una inversión por habitante de $1.95. Pero si se tiene en cuenta que el promedio de entrada es de $15 (tres veces la del cine), la afluencia de público es sensiblemente menor: 4,74 millones espectadores agrupados de la siguiente manera: 1 millón acuden a teatros oficiales, otro tanto a salas independientes, y 2,75 a comerciales. Debemos presumir que muchos de ellos lo hacen en la porteña calle Corrientes.

Entre la facturación de los cines y la teatral está la venta de material en distintos soportes: videos, cds, cassettes y más recientemente dvds. La Cámara Argentina de Fonogramas y Videogramas, CAPIF, estima que los argentinos gastamos $3,12 por año en estas compras. Por cierto, esta es una de las industrias más polarizadas: sólo 18 empresas venden el 90% del total, y nada menos que 80 empresas venden las unidades restantes, que son las más económicas.

La pantalla no tan chica.

El segundo gran negocio cultural, después de la publicidad, es la televisión por cable. Contaba, en el año 2002 –plena crisis- con 4.7 millones de suscriptores, cantidad que había bajado sensiblemente después del 2001. El dato de que quienes reciben el servicio pagan más de $ 500 anuales, ayuda a comprender como una cosa tan chica alimenta a más de 1.500 operadores distribuidos en 1.100 ciudades, muchas de las cuales no tienen ni un cine, ni un teatro.

Esto sin tener en cuenta la televisión satelital, con tarifas anuales de más de $800 y una creciente cantidad de abonados.

En la vida publica, cuando la inversión estatal para cultura es pequeña, todos nos quejamos hasta ver correr la cabeza del Secretario de Cultura de la Nación. Pero cuando volvemos a casa, no paramos en ninguna librería. No vaya a ser cosa que no alcance para la cuenta del cable.

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