La desigualdad: Un derecho

(Publicado por La Voz del Interior. 2005)

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue aprobada en una Asamblea General de las Naciones Unidas en el año 1948.

A pesar de su más de medio siglo en vigor, hoy no se cumplen muchas de su proclamas, no sólo en países periféricos, sino también en potencias. De hecho, durante la visita que hiciera el Nobel José Saramago a la Argentina el pasado año, el escritor portugués planteó que no sólo los estados desconocen el contenido de la declaración, sino que han relegado sistemáticamente la difusión de su contenido, esto a pesar del pedido de la propia Asamblea: que el texto de la declaración fuera <>.

Con esta catástrofe como escenario, cabe señalar que la declaración incluye una serie de reflexiones que aspiran a proteger los fenómenos culturales. Tan es así, que durante el mítico mayo francés del ´68 La UNESCO propició la reunión de los principales referentes intelectuales de diversas regiones del mundo para realizar la declaración de los derechos culturales como derechos humanos. Las propias discusiones, las ponencias y los puntos de encuentro fueron publicados en un libro cuya edición en español data del año 1970. Sus aportes son tan valiosos que deberían estar en todas las bibliotecas, o cuando menos debería ser aprendidos de memoria para ser empleado de la secretaria de cultura.

Han pasado más de 35 años de esos debates e independientemente de la polisemia de la palabra cultura (que ahora lleva “s” final de manera casi permanente) los derechos culturales siguen siendo una categoría subdesarrollada, inclusive en países desarrollados.

Así todo hablar de derechos culturales, y particularmente de derechos culturales como humanos responden a una necesidad de jerarquizarlos por encima del renglón folclórico o étnico. Desde esta perspectiva y enmarcados en un proceso de globalización donde la aparición de las redes de comunicación y el desarrollo de la llamada sociedad de la información ha quebrado de manera violenta las formas de vincularse, el derecho a acceder a la pluralidad de las culturas es un tema de una actualidad acuciante.

Derecho al disfrute de las culturas, a su desarrollo, conocimiento y mutuo respeto. Convivencia con los diferentes grupos que, por encima de las tradiciones, aspira a generar un patrimonio más variado, diverso y complejo.

En una publicación reciente de la exposición ¿Cultura (s)? Alternativas, diversidad, derechos se plantea una fabulosa contradicción < viene a ser completada por una expresión más rica que lo incluye “Los derechos de las culturas”. >>

Esta nueva acepción del término derechos culturales, se aparta de la vieja tradición de respeto y conservación (en formol) de lo tribal para redimensionarlo a la realidad actual, sencillamente ofreciendo una mayor riqueza de opciones. Opciones sobre las cuales elegiremos, lamentable e indefectiblemente, lo mismo una y otra vez como un robot ideado por Matt Groening para la serie Futurama.-

Comentarios