Dylan y los vientos de poesía

(Publicado por La Voz del Interior el Sábado 23 de febrero de 2008)


Bob Dylan. Un hombre cuya obra no cabe en ningún libro. Figura inabarcable y rey de las palabras y los sonidos. Músico cuyo arte se expande más allá de cualquier columna, en cualquier periódico. ¡Oh Ángel Stival! dame más espacio para este prócer inigualable que visitará Córdoba en un puñado de semanas. Será el momento de elevar un himno compuesto por el taconeo de todos los mocasines de esta ciudad. Una plegaria para el Papa (o papá, da lo mismo) de la contemporaneidad.

Brujo. Hechicero. Hipnotizador de cuatro generaciones. Así es el hombre que empuña la armónica. Y él que dispara poesía desde la guitarra a millones y millones personas. Víctimas sin edad definida. Dylan ha sido, y es, la leyenda viviente. Un autor complejo y ecléctico con obras como Like a Rolling Stone (considerada la mejor canción de todos los tiempos). Un chamán que acallará a todas las motos de esta ciudad y paralizará las aguas del Suquía. Nacido bajo el nombre de Robert Allen Zimmerman, es el geminiano más famoso. El hombre cuya basura codician sus fans. El único yanqui que habla de lo que pasa en nuestras esquinas Nunca te volviste para ver / los ceños fruncidos de los / malabaristas / y los payasos / que hacían sus trucos para ti. El lector frenético de la Biblia. Concretamente, quien mejor reza Golpeando las puertas del cielo. Él, que golpeó esas puertas como judío, como católico, y nuevamente como judío. Aunque su verdadera religión o revolución fue el folk. Dylan es todo a la vez: música, poesía, compromiso social. Compromiso estético. Quien parió cerca de medio centenar de discos. Ese, sí, él que sacó su primer LP en el 62 y un grandes éxitos, allá por el 67. Un tipo que fabrica números uno hace cuarenta años. Supremo fundamento de la web www.goddylan.com. El mismo que se pregunta ¿y cuántos años deben vivir algunos antes de que se les conceda ser libres?. El huésped del hotel que se cruzó de cuarto y le dijo a John, Paul, George y Ringo, que tenían que probar esos cigarrillos. Propietario de la única, increíble y nasal voz capaz de llenar de poesía el viento. Y viceversa. El tipo que compró su primer viola por correo. Desde entonces no paró hasta que Sinatra le admirara. Y Marlon Brando. Y Patty Smith. Y Leonard Cohen ¡Dios mio! Es más, Clapton dijo es lo más viejo que puede ser un hombre joven, y lo más negro que puede ser un hombre blanco. Sean Penn, ni más ni menos, le puso voz a su primer volumen de memorias.

Eso no es nada, Todd Haynes, le dedica I m not there una película misteriosa, esquiva y cubista. Una película sobre los personajes que viven dentro de Dylan. Y el maestro no está ahí. Pero su idilio cinematográfico tiene larga data: Scorsese ya le había buscado s, god bobu mejor perfil. En rigor de verdad, Sam Peckinpah fue el primero en subirlo al 35 milímetros. Sin embrago, un tipo que reune a Neil Diamond, Eric Clapton, Ringo Starr, Neil Young, y muchos otros, para cantar I Shall Be Released no cabe en ninguna pantalla. Cualquier día de estos / cualquier día de estos / seré liberado. Y tocó con Santana. Y con Keith Richards y Ron Wood. Y con Roy Orbison, o Tom Petty. Y escribió con Sam Shepard. Y viene al Chateau. Seguro que habrá sillas hasta la FICO. Y almas hasta La Calera. Las suficientes para alentar a un corazón que debe aguantar otra gira.

¿Qué más? Por ejemplo, que en 1990 Jack Lang le hizo Caballero de las Artes y las Letras. ¿Quién sino Lang? Y que los españoles le dieron el Premio Príncipe de Asturias. O que lleva diez años en lista de espera para un nobel de Literatura. Propuesto nada menos que por Allen Ginsberg. Hasta Nicanor Parra cantó su voto por el poeta del rock.

Ahora vamos, escuchemos, leamos en el viento. En las estrellas. Volemos. Como él mismo dijo Nadie es libre. Hasta los pájaros están encadenados al cielo. Y nosotros lo estaremos a nuestras butacas, God Bob.-

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