El libro, especie en extinción

(publicado por el diario Puntal de Río IV, Córdoba)


El próximo 23 de abril UNESCO celebra el día mundial del libro y los derechos de autor. Se trata de una invitación a saludar y, porqué no, a comenzar a despedir uno de los últimos soportes culturales que ha dado batalla a la tecnología.

De la misma forma que el casete, el video, y la fotografía con película cayeron en desgracia -léase desuso-, el libro se apresta a transformarse en un dispositivo electrónico similar a una PDA. De Gutemberg a esta parte de la historia hemos sido concientes que la lectura no es igual si tenemos entre las manos un mouse, una pantalla táctil, o un buen ejemplar con olor a librería, hojas arrugadas por alguna flor seca, y tapas duras. Para las generaciones que hoy ostentan veinte años o menos, es igual dónde, y cómo, bailen las letras, fruto del cambio transgeneracional. Por consiguiente, hoy se puede aseverar que se lee igual o más que hace veinte años, pero desde el celular, la pc o cualquier otro aparatito. Lectura al fin, asumámoslo.

El autor de esta columna no está feliz por estas novedades editoriales y el cataclismo que ellas conllevan, pero parece ser un hecho corroborado por los grandes diarios del mundo, como el Washington post y el New York Times que han informado a sus lectores la siguiente novedad: no editaran su versión en papel mucho más allá de los diez próximos años. Ya se dedican a vender anuncios en sus webs.

Pretexto tardío

En cualquier caso, más allá de estar velando al libro en este preciso momento, es interesante destacar como, a través suyo, se ejemplifica el valor de la cultura como un derecho humano, con su doble entrada.

Por un lado los creadores, vía la escritura, ejercen su derecho a la libertad de expresión y el goce íntimo de la creación se revaloriza multiplicándose en cada receptor. Una magia que, con un poco de suerte, se repetirá y multiplicará de la misma manera que lo ha hecho Moby Dick con cada uno de quienes la tuvimos entre manos, y entre las cejas.

Por otro lado, el libro es el ejercicio del derecho de los lectores a acceder a la cultura y la información. Cada vez que elegimos un libro, para vivir el éxtasis imaginativo que representa procesar cada una de las palabras, adjudicándole nuestra propia e imaginativa descripción, o simplemente para estudiar, estamos dándole sentido a toda la industria editorial, a cada gesto creativo, y en última instancia (tal vez la primera, por cierto) a nosotros como seres humanos. Es el pensamiento, la producción intelectual, la que se mantiene en circulación, y como en un organismo, mientras haya circulación habrá vida, crecimiento y madurez.

Antes de terminar de celebrar otro día del libro más (rememorando la muerte de Garcilaso de la Vega, Cervantes y Shakespeare), acercándonos, quien sabe cuanto, a la propia muerte del libro tal como lo conocíamos, compremos, salvemos, otro ejemplar de esta especie en extinción.

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