La muerte de los soportes y agonía de los coleccionistas

(viene de La música: una cuestión de fe y descargas)

Cuando parecía que habíamos visto, u oído todo, comenzamos a llenar los anaqueles de la discoteca con compactos, la computación impuso el formato MP3 moviendo toda la estantería. Se trata de uno de los sistemas para reducir el tamaño de los archivos de audio entre 12 y 15 veces. Aunque se comenzó a desarrollar en 1986, recién en 1995 se llevó a la práctica. Ese año el hit “I'll Be There For You” de The Rembrandts, célebre pista de la serie Friends comenzaba a rodar.

Los formatos de compresión de audio se popularizaron de la mano de internet dado que su pequeño tamaño permite “colgarlos” e intercambiarlos con facilidad. Cada vez más reproductores se adecuan a su uso con precios extremadamente baratos por no poseer piezas mecánicas.

El procedimiento de compresión se basa en quitar la información que supuestamente está fuera de la capacidad de escucha humana. Sin embargo, los archivos demasiado comprimidos pierden tanta información que suenan mal, y los oídos expertos evitan estos formatos.

Con la simplicidad de manipulación de la música en estado digital emerge un problema que también atañe al campo del cine: la dificultad para cobrar los derechos de copyright en un mundo tan evanescente.

Como conclusión, la música, a fuerza de un sacrificio cualitativo, consiguió independizarse de los soportes. Ya no importa donde se almacenen los sonidos (discos, cintas o cds) ni como se distribuyan. La música fluye y los artistas, libres de intermediarios, ofrecen su música a sus fieles sin necesidad de falsos sacerdotes. La banda inglesa Radiohead ha ofrecido su nuevo disco “In Rainbows” para descargar desde internet al precio que los interesados, libremente, decidan pagar.

Sólo resta saber si en un futuro sintético y virtual, los navegantes de un ciberespacio supuestamente más democrático y libre, tendrán el corazón sordo y agnóstico o si seguirán creyendo en las estrellas.-

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