Este merecido acto de justicia que marcó mi vínculo con las telecomunicaciones y potenció mis relaciones sociales, guarda algún paralelismo con la propia historia de la telefonía mundial. Aunque en este caso la injusticia fue mayúscula.
Se dice casi al unísono que Graham Bell (1847-1922) inventó la telefonía, y parece una aseveración que viene corroborada por un prolongado riiiiinng! Viendo una foto de Bell, nadie discutiría con ese escocés de blanca barba sabía, e inapelable aspecto de inventor. De hecho, y tal vez gracias a su barba, Bell fue uno de los pocos inventores del SXIX que consiguió reunir una fortuna en vida con sus proyectos fundando su propia compañía.
Quien sufrió más que un abonado a Megatel fue Antonio Meucci. El verdadero inventor de lo que él llamó teletrófono, murió considerándose un perdedor.
Antonio Meucci (1808-1898) nació en Florencia y estudió ingeniería en
En 1871 hizo su primer patente para el invento que revolucionaría la humanidad, después de haber organizado varias demostraciones. Sin embargo, como no había podido reunir suficiente dinero, debió conformarse con un registro provisorio que renovó dos años sucesivamente. Ya en 1874 no pudo revalidar el registro. Mientras tanto, con la intención de difundir sus avances, había dejado demasiados antecedentes en manos equivocadas. Pareciera haber pruebas que algunas de esas manos le dieron la pista a Bell, quien en 1876 –ni lento, ni perezoso- hizo una patente definitiva del teléfono. Algo que el italiano nunca pudo darse el lujo de pagar. Meucci, desesperado, pobre y continuamente traicionado por sus propios abogados enfrentó al escocés en los tribunales todo lo que pudo, inclusive consiguiendo que el gobierno terciara a su favor. Pero no fue suficiente, moriría antes de obtener su reconocimiento y se llevaría a la tumba las pocas chances favorables del proceso legal. Durante el proceso legal, la el negocio de telefonía crecía a pasos agigantados.
Pasó un siglo y Bell era el papá, la mamá, y el abuelo de los teléfonos. Pero la justicia norteamericana es misteriosa y persistente: el 11 de junio de 2002 el Congreso de los Estados Unidos aprobó la resolución 269 donde se reconocía que Meucci, de barba menos prometedora que Bell, era el padre de la criatura.
Si hay un bar donde se reúnen post-mortem los inventores, el mozo, con el inalámbrico en la mano se habrá acercado a la mesa de los inventores y, esquivando a Bell, habrá dicho en voz alta, “llamada desde el congreso de los EEUU”, “es por el invento del teléfono” y Meucci, con el mentón hacia arriba, habrá atendido diciendo “sí, sono io...”
“sí, le escucho bien…”
“claro que recuerdo…”
“¡Oh! ¡Cuánto me alegro!...
“Por favor, ¡cuéntenle a Garibaldi!”
Por mi parte, en 2002, mis padres ya habían terminado de pagar el plan Megatel. Argentina era un mundo signado por números telefónicos que empiezan con 4 y yo tenía celular. Empezaba con 070.
El teléfono en
En
(Continúa en 25 años de comunicaciones móviles)
Comentarios