Bienvenidos a lo desconocido por todos conocido

París, 9 de Abril de 1860. Édouard-Léon Scott de Martinville, imprentero de profesión e inventor de pasatiempo, ha tenido un día excitante. Después de tres años de trabajo, ha conseguido registrar en un soporte diez segundos de la canción Au Clair de la Lune. Édouard (achiquémosle sensiblemente el nombre) ha inventado el primer sistema para registrar audio de la historia de la humanidad y aunque él no disfrutará de grandes beneficios por su patente, y de hecho no alcanzará a escuchar jamás las grabaciones de su autofonógrafo -moriría en 1879-, se ha inmortalizado junto a Niépce que entre 1816 y 1826 había realizado las primeras fotografías, o los Lumiere que en 1895 hicieran la primera exhibición cinematográfica. Con la proeza de los Lumiere se apagaba la incandescencia del inventivo Siglo XIX y terminaba una forma de relacionarse con las creaciones. A partir de entonces, acceder a la creatividad, al arte, al mundo, no exigiría desplazarse hasta el creador, sino que iría allí donde haya interés. Desde entonces, autores y espectadores transitarían un nuevo camino de creación y consumo que no ha parado de simplificar y difundir sus propuestas intelectuales.

No es necesario recordar lo difícil y costoso que era escuchar música en tiempos de Édouard, o tener un retrato en tiempos de Nipce o Daguerre, además de los costos imposibles para casi todos los segmentos sociales. En poco más de un siglo, desde finales del XIX hasta comienzos del SXXI, “las nuevas y viejas discusiones” como plantea Barbieri en la introducción, tienen una vigencia urgente debido a la vertiginosa apropiación que la población está haciendo de estas prácticas culturales. Por añadidura, surgen numeroso debates que se entroncan a lo que muchos años más tarde se llamaría consumo cultural: la cotidiana presencia de las creaciones en teléfonos, plasmas, invadiéndonos; las dinámicas globalizadoras, homogenizadoras, o como se las quiera llamar; los cambios intergeneracionales en la manera de vivir, trabajar, descansar, comer o simplemente disfrutar; la exorbitante disponibilidad de información; o la imposibilidad de escapar a esta realidad envolvente.

Debido a lo actual de los temas abordados y lo interesante de los artefactos intelectuales puesto en funcionamiento por cada uno de los autores, el carácter iberoamericano de las problemáticas y procedencias, y cierta convergencia alrededor del binomio “cultura y sociedad contemporáneas”, el equipo del Centro Cultural España. Córdoba celebra con entusiasmo la edición de estas reflexiones tan vinculadas a sus programas y actividades, en el marco de una iniciativa con el Centro Cultural España en Lima y que ha sumado la colaboración de los Centros Culturales Españoles en Santiago de Chile y Sao Paulo.-

Pancho Marchiaro. Director del Centro Cultural España. Córdoba.Córdoba, Noviembre de 2009

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